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FRANCISCO IGARTUA, OIGA Y UNA PASIÓN QUIJOTESCA

FRANCISCO IGARTUA, OIGA Y UNA PASIÓN QUIJOTESCA
BAZÁN AGUILAR, Jhon. Francisco Igartua, Oiga y una pasión quijotesca. (08/11/ 2012), Lima, Fondo Editorial Revista Oiga (978-9972-2925-5-2).

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lunes, 19 de noviembre de 2012



Moción presentada por Francisco Igartua, en el II Congreso Mundial de Colectividades Vascas, Gasteiz, 27 de octubre de 1999


«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan al Gobierno de Euskadi en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado con acierto por el Lehendakari José Antonio Ardanza y continuado con decisión por el actual Lehendakari Juan José Ibarretxe.»


Señores y señoras, o si se quiere al revés para no ser catalogado de vejestorio y de machista.

Aunque no me corresponde, quisiera que mi voz fuera la voz de todas las delegaciones que dan vida a este Segundo Congreso de la Diáspora Vasca, a las que invito a firmar la moción que se les ha alcanzado, moción de respaldo y aplauso al proceso de paz que se va desarrollando desde hace algún tiempo en Euskadi o Euskalerria, en la Patria de todos los vascos, y que esperamos culmine con la victoria de la paz, por muy largo que sea el tiempo que esta tarde y a pesar de los aleves obstáculos que se le han ido y se les irán poniendo.

Los delegados aquí presentes hemos llegado a Gasteiz satisfechos al ver a las fuerzas nacionalistas en un frente común y también con dos sentimientos encontrados, los dos vinculados a un mismo tema: el de la paz. Vemos con alegría, por un lado, que la voluntad de paz no ha decrecido en el conjunto de la sociedad vasca ni en el Gobierno de Euskadi y nos entristece, por otro, advertir que con frecuencia se cae en el juego de los provocadores que actúan desde el poder central, respondiéndoles a estos con infantil violencia callejera. Sin querer –es de suponerlo– las calles colaboran así con la provocación y resultan atentando también ellas, con irracional contra esa paz. Contra la paz, que es el supremo regalo que los cielos tienen reservado para los pueblos.

Esta es una apreciación hecha con la serenidad que la distancia y, gracias a nuestra Telebista, con algún conocimiento de los vaivenes del proceso de paz que se inicio en época del Lehendakari Ardanza y que hoy continúa bajo la tutela del Lehendakari Ibarretxe.

Desde el primer momento entendimos que la paz, necesariamente, tenía que ser producto no de la eliminación de una de las partes del conflicto sino de la conciliación entre todos los involucrados en el problema vasco, problema real, concreto, a pesar de todas las confusiones montadas por los enemigos de la diferenciación vasca, confusiones que han rodeado al problema desde muy antiguo y le siguen rodeando hoy.

Pero este punto, el de la indubitable identidad de lo vasco, es tema que tocare después.

Por ahora, pidiendo disculpas por la intromisión en asuntos internos de la política vasca que, sin embargo, no deja de ser familiar, para muchos de nosotros, centrare la atención en la necesaria conciliación entre adversarios como basamento cierto de una paz, que sea paz y no entreacto a la espera de otra guerra, tal como lo plantea la Declaración de Lizarra. El ejemplo que al respecto está dando Europa es concluyente.

II CONGRESO MUNDIAL COLECTIVIDADES VASCAS. VITORIA GASTEIZ. EUZKADI. Octubre 1999.
Su unidad actual es producto del entierro de agravios centenarios, del olvido de cientos de millones de muertos y de destrucciones sin cuenta, de voltear y voltear paginas de crueldades horripilantes, con el convencimiento de que victorias y derrotas no han hecho otra cosa que abrir tumbas… Hoy, gracias a los múltiples perdones de una y otras, las naciones europeas han logrado unificarse con mucha mayor consistencia que en épocas medievales, cuando el latín era el idioma del continente y el ingles –la antigua lingua franca del mundo– estaba por nacer… Así, con cimientos viejos, meditados perdones de lo pasado y la mirada puesta en el futuro, esa Europa que nunca dejo de ser continente de pueblos más que de naciones ha logrado la solida paz con la que va naciendo el próximo milenio… ¿Por qué, por tanto, la paz de Euskadi tiene que construirse con la humillación de una de las partes del conflicto?... Actuar de semejante modo no es actuar con voluntad de paz sino de guerra.

No podrá haber paz si la prepotencia, la irracionalidad o la violencia –cualquier violencia, aun la que fuera justificada– se seguirán interponiendo al dialogo abierto en el que la sensatez, el realismo y la madurez histórica debieran ser la brújula para la conciliación de las discrepancias. No buscan la paz sino la guerra los que, desde el poder central, no admiten otra solución que la de ellos y se dedican a provocar a los vascos. Y tampoco tratan de encontrarla los que, delirantes, suponen que el agravio y la acción destemplada contra los otros puede generar algo que no sea acrecentar los odios y alimentar internas amarguras. No advierten estos que darse de cabezazos contra la pared no despierta el raciocino, lo entumece. Semejante actitud es pueril e infecunda, aparte de ilusa, inspirada en fantasiosas utopías. No es enriquecedora de nuestra identidad, de nuestra diferenciación. De una personalidad real, cierta, que viene ininterrumpida desde siglos atrás.

II CONGRESO MUNDIAL COLECTIVIDADES VASCAS. VITORIA GASTEIZ. EUZKADI. Octubre 1999.
La identidad vasca no nace, como dicen los que la niegan, de un capricho o invención de unos señores bilbaínos casi contemporáneos nuestros. Si nada más que eso hubiera sido el sentimiento vasco de identidad ya habría desaparecido con el desarrollo de la modernidad. Y la verdad, lo estamos comprobando una vez más, con esta asamblea, no es como la personalidad, la diferenciación de los vascos, continua hoy tan robusta como cuando las tribus de Euskal Herria resolvían sus problemas bajo un árbol y constituyeron el reino de Navarra. Luego esa identidad se marco en Fueros y, en las lejanas tierras de América, en Cofradías –casi todas bajo la advocación de la virgen de Aranzazu; cofradías del siglo XVII que fueron el embrión de las actuales Euskaletxeas que nosotros representamos hoy en este Congreso.

También se dice entre los otros que el mestizaje borrara la identidad vasca. Pero la verdad es que, aparte de que los vascos nunca dejaron de mestizarse, esta es una tesis tan igual a la de quienes aseguraran que con la globalización se acabaran las naciones y hasta los gobiernos, dejando paso a la creencia de que los gobiernos del futuro serán los directorios de las empresas transnacionales… A lo que se podría añadir las posibilidad de que el mundo termine habitado por seres clonado, totalmente indiferenciados y, por lo mismo, absolutamente aburridos… quien sabe tanto como los angelitos del cielo.

Sin embargo, aunque no sea imposible que los hombres terminen que condenados a ese supremo aburrimiento, tan tétrico destino estaría todavía perdido en un futuro… Mientras tanto, gozan de buena salud las naciones y los pueblos que respetan su identidad y sus tradiciones, enriqueciendo con sus pluralidades al ser humano.

En tal afirmación de lo propio, de nuestra diferenciación, estamos comprometidos los vascos. Pero esa identidad vasca no se preservara con insensatos bombazos de replica a las provocaciones –aunque la perversidad de estas parecieran justificarlos–, ni agrediendo en las paredes de nuestras ciudades a la otredad. Nuestra identidad se hará mas fuerte afirmando los valores de lo vasco, no odiando a los otros, porque odiando solo se logra acrecentar odios y alimentar amarguras. Se hace patria no cerrándonos, integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad de los logros vascos. Por ejemplo, asumiendo como propio el pensamiento de las grandes personalidades vascas, aun las que sean divergentes a la opinión abertzale. ¿Es acaso inteligente despreciar el aporte a la vasquidad de personalidades universales como Unamuno, Baroja, Maeztu?... Y no se diga, por sus paradojales arbitrariedades –en todo caso muy euskaldunes–, que no era vasco quien como Unamuno se precio de serlo afirmando “y yo lo soy puro, por los dieciséis costados” y quien, mas tarde, al término de sus días terrenos, enfrentándose a Millán Astray, el bárbaro adalid de la soldadesca franquista, ratifico su condición de vasco, reaccionando “ante la afrenta personal que implica la repentina explosión de insultos a los vascos y catalanes” y respondiendo “Yo soy vasco. Nací en Bilbao… Don Miguel de Unamuno no replico con insultos a los insultos sino afirmando su identidad. Para mí, el maestro se comporto con valor de vasco y con inteligencia.

Muchas más divagaciones podríamos añadir a las aquí escritas, pero el tiempo es oro y mis palabras barro.

Concluiré comentando que la entrevista concedida el viernes a todos nosotros por calificados representantes de los tres partidos nacionalistas de Euskadi, me complacieron por ver, por fin juntos a los políticos vascos y orientados en una misma dirección de paz. Sin embargo, las clarísimas y brillantes exposiciones de los señores Otegi, Egibar y Larreina sobre la declaración de lizarra no hacen innecesarias la ardorosa invocación a la cordura de estas mis palabras con las que fundamenta la moción de respaldo y aplauso a quienes iniciaron y a quienes continúan el proceso de paz en el que todos los vascos del mundo estamos esperanzados.

Muchas gracias.



© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Editorial Periodística Oiga S.A. © Pedro Oyanguren, 2012.
CARTA INTIMA A PACO IGARTUA

Querido Paco:

Hace unas semanas recibí un correo de nuestro amigo común Pedro Oyanguren, vasco chileno y además con ascendencia en tu querido municipio de Oñate (Gipuzkoa), informándome de la publicación. Francisco Igartua, Oiga y una pasión quijotesca. Con la diplomacia que frecuentemente nos caracteriza a los vascos, me dirigí a Jhon Bazán. En un par de semanas más recibí dos ejemplares: uno para mí y otro, para la Biblioteca de la Universidad de Deusto.

Sentí verdadera curiosidad por conocer su contenido. Quizás tanto o más que cuando me dedicaste tu obra Siempre un extraño. Me interesaban tus escritos; pero sobre todo ansiaba conocer qué opinaban quienes te conocían de cerca.

He oído más de una vez que los vascos nos caracterizamos por nuestras estrategias protocolares y frecuentemente iniciamos nuestras exposiciones planteando las conclusiones antes que las hipótesis. En esta carta quisiera exponerte mis recuerdos en esta misma línea, sin preámbulos, en forma directa, pero consciente al mismo tiempo de que probablemente no diré nada novedoso para quienes han participado en la publicación de Jhon Bazán. En cualquier caso, te diré que la he leído en un par de días y que me ha encantado, sobre todo porque todos ellos me han hecho revivir nuestros encuentros de pasado, con tus profundas pero tan amenas apreciaciones especialmente sobre Perú, Chile, México y Cuba, países donde tú has vivido y  que me ha tocado visitar frecuentemente durante los últimos veinticinco años.

Siempre fuiste para mí una caja de sorpresas, tanto en mis dos o tres viajes que hice a Perú, como en los encuentros que mantuvimos en Euskadi. Y la noticia de tu fallecimiento también me sorpredió. Cuando realmente se aprecia a una persona, - y ésta no es una nota laudotoria post mortem -, duele pensar que nunca más habrá oportunidad de nuevos encuentros como los del pasado. Pero la invitación de Jhon Bazán a trascribir recuerdos de nuestros encuentros para una próxima publicación me brindan la oportunidad para plantearme que donde hay amistad también vale la pena exponer los sentimientos en un encuentro virtual. l

Decía Mario Benedetti en su Perplejidades de fin de siglo que el pasado es siempre una morada en la que irremisiblemente coleccionamos nuestros recuerdos. Y, aunque es verdad –ya me conoces- que mi memoria no es fiable en la identificación exacta de fechas y lugares, sabes muy bien que mis pensamientos son fiel reflejo de mis sentimientos. Por eso he decidido dirigirte esta carta íntima. Desconozco dónde te encuentras. Ignoro tu dirección actual. Más aún: no sé ni si existes. Pero desde ese humanismo cristiano o ese cristianismo humanista en que fuimos formados en una nuestra juventud, o desde ese cristianismo cristianizado, que en alguna oportunidad te escuché, al que aspiramos los dos en nuestras etapas postjuveniles, quiero recopilar mis recuerdos de la amistad que compartimos, con el convencimiento de que, incluso en el caso de que ya no existas, nosotros resucitemos tu presencia con estos escritos.

Definitivamente, no puedo liberarme de mi morada del pasado. Celebro que así sea respecto a tu persona. Y, en primer lugar, por aquello de que las exposiciones públicas deben realizarse con cierta estructuración, debo confesarte que he tenido una tentación fugaz de iniciar alguna búsqueda de datos de tu persona en internet. Pero ha sido muy fugaz, porque los sentimientos personales no están archivados en los grandes servidores, sino en los archivos íntimos de cada persona. Por eso, hoy más que nunca, te hablo con el corazón en la mano, aunque con la limitante de no poder contrastar –incluso debatir- contigo el contenido de mi carta, como lo hiciste, en cierta oportunidad con el Sr. Góngora Perea, diputado aprista por Alto Amazonas.

No recuerdo la fecha exacta de nuestro primer encuentro. Creo que fue por el año 1988/1989, en mi primera visita a la Euskal Etxea de Lima, en Malecón de la Reserva de Miraflores. Era mi primer viaje a Perú, y de los primeros que hice por América Latina. Mis conocimientos del Perú, en general, y de la Colectividad Vasca, en particular, eran escasos. (La confesión es un buen exponente de eso que por las latitudes latinoamericanas se define como de perfil bajo. ¡Cúanto me he reído a cuenta de esta afirmación!). Pero la acogida que me brindasteis y la larga charla que mantuvimos en aquella cena me abrió las puertas de nuevos horizontes para la gestión política para la que había sido nombrado.

Recuerdo que hablamos de la historia pasada del exilio vasco en general y de las relaciones del Gobierno Vasco exiliado y las Euskal Etxeak/Centros Vascos, de los silencios que conllevaron el distanciamiento entre las instituciones vascas de Euskadi y las vuestras en el periodo de transición de la dictadura franquista a la democracia (1975-1980), de los objetivos del programa de relaciones con las Colectividades Vascas, de la proyección de Euskadi en el mundo internacional y la posible aportación de las Euskal Etxeak a este fin, de la propia colectividad vasca de Perú, etc, etc.. Con la perspectiva de los años transcurridos, no puedo menos de reiterarte mi agradecimiento por todo lo que me aportasteis: Eskerrik asko. Muchas gracias!

Tengo la seguridad de que no me reprocharás si afirmo que la Euskal Etxea como tal me dio la imagen de una institución de dimensiones físicas reducidas. Sin embargo no fue ésta la impresión que me produjisteis: vuestra dimensión humanitaria, la predisposición de corazón vasco que latía en vuestros planteamientos y vuestra capacidad profesional de establecer relaciones con instituciones y personalidades peruanas me impresionaron. Allí os conocí a tí, a Víctor Ortuzar, a Guarrotxena, a Javier Celaya, y a Mons Irizar, entre otros. Quizás eché en falta la presencia femenina en la Directiva.

A partir de aquella cena, me brindaste la posibilidad de publicación en tu revista de cuantas noticias de Euskadi quisiera; recuerdo que me gestionaste algunas entrevistas con los medios de comunicación social: con directivos y el periodista Insausti (si mal no recuerdo) en el periódico El Comercio y con un directivo de una cadena de televisión, cuyo nombre no recuerdo.  En esta última conversamos de la proyección de Euskadi a través de las televisiones del ámbito internacional y del intercambio de materiales entre la Radio/Televisión Vascas y las emisoras de otros países. Llevábamos muy pocos años de gobierno y los medios de comunicación vascos ni siquiera estaban pensando en aquel momento que su internacionalización podría ser posible; los debates se centraban más bien en para qué queríamos una televisión en euskera: para comunicar y entretener o más bien como instrumento de “euskaldunización”. Posteriormente se creó el canal ETB-2 en castellano. Recuerdo que algunos años más tarde le hablé de ti y de estos planteamientos a un amigo que ostentaba el cargo de Director General y  su respuesta fue textualmente: “Yo no fui nombrado para eso”. En nuestros encuentros de años posteriores más de una vez hemos comentado este tema. Tú, una vez más, no le dabas mayor importancia. Pero aún así, me complace recordártelo, porque, entre otras razones, aquellas tus ideas las recuerdo como vaticinios de que lo en años posteriores ha sucedido.

Pero no sólo hablábamos de Euskadi. Perú era también uno de nuestros temas preferidos. Y correspondiste más que sobradamente a mis curiosidades sobre la situación socio-política de este  gran país: de sus Partidos Políticos, de los diversos Gobierno, de la situación económica, del Sendero Luminoso, de las poblaciones marginales, de los sectores indígenas, de tu vida de destierro en Chile, México y Panamá, de tus relaciones con Fidel Castro, con Vargas Llosa, etc, etc. Tu actitud de respuesta me resultó sumamente agradable e interesante. Si me permites proseguir con mi confesión de recuerdos, hablaré de todo ello, aunque en primer lugar quiero resaltar en qué medida me afectaron tus comentarios sobre las formas de vida de las poblaciones marginales.

La verdad es que tenía algunas referencias, aunque lejanas, por mis años de formación juvenil en la Congregación de los Padres Pasionistas. Me sonaban a familiares los nombres del Moyobamba y Yurimaguas. Pero tus pedagógicas charlas me sirvieron para la gestión que años más tarde desarrollé como Director de Cooperación al Desarrollo. Ambos coincidíamos en que el modelo de desarrollo que practicaban las Organizaciones No Gubernamentales no era ni mínimamente suficiente para el desarrollo de los países, en general, y del Perú, en concreto; pero ambos entendíamos que su discurso de la solidaridad era loable. Con esta perspectiva en estos años de mi gestión político-humanitaria en el Gobierno Vasco, Perú fue –y lo digo con orgullo- uno de los países que mayor financiación recibió: entre 1988 y 1996, las ayudas concedidas por el Gobierno Vasco para la financiación de proyectos de cooperación superaron la cuantía de 6.500.000 euros. (Como anécdota curiosa, quiero comentarte que una de estas organizaciones estaba dirigida por un sacerdote muy amigo de Fujimori. Un día me llamó brindándome la posibilidad de una entrevista con el Presidente. Puedes imaginar mi poco interés de sacarme una foto con él, y, por supuesto, la respuesta fue negativa).

No sé si recuerdas que un día me preguntaste por qué no viajaba más veces a Perú, y en concreto por qué nos inspeccionaba personalmente los proyectos de Cooperación que financiábamos desde el Gobierno Vasco. Como buen profesional del periodismo que eras, te gustaba indagar todo. Y mi respuesta fue a lo vasco, tan de frente como tu propia pregunta, carente de todo aspecto protocolar: “a los amigos que han recibido ayudas de presupuestos públicos hay que inspeccionar de la misma forma que a los desconocidos que han accedido a los mismos”. Y aunque siempre cuesta más tener que enfrentarse, en su caso, con los amigos, sentía la necesidad de total libertad para la toma de mis decisiones. Aunque me resultara doloroso; aunque, como tú mismo afirmas en tu Huellas de un destierro, “estar obligado a publicar una noticia o un comentario que afecta a un amigo produzca desgarros enormes”. Por eso los proyectos de cooperación de Perú fueron inspeccionados por el técnico de la Dirección, Ángel Vázquez”, que en alguna oportunidad le saludaste. El amor a la transparencia y la actuación desde la libertad fueron dos lecciones que aprendí de tu vida.

Me llamó siempre la atención está tu virtud.  E incluso me permití plantearte en una oportunidad algunas preguntas personales sobre tus relaciones con Vargas Llosa y sobre lo que tú pensabas de él. Previamente, te comenté que me encantaba como escritor, que había leído algunas de sus obras, pero que mantenía mis prejuicios sobre sus ideas respecto a los derechos políticos de los pueblos indígenas. No entendía aquel comentario de Ronald Wright en su Continentes Robados: ”Los antiguos peruanos, según Vargas Llosa, estaban cautivos por su rey-dios que, sin instrucciones en sentido contrario, simplemente estaban ahí y se dejaron matar por los conquistadores. Estos trajeron a Perú la perla de la libertad individual; (…) los pueblos indígenas que habitan en Perú en la actualidad deben ser dejados a un lado en nombre del progreso, porque la modernización es sólo posible mediante el sacrificio de las culturas indias”.  Evidentemente, tú conocías mi ideología y el recorrido histórico del Partido Nacionalista Vasco, defensor siempre de los derechos humanos individuales y colectivos de los Pueblos sin Estado; y no dudaste en mojarte en la respuesta: “Josu, si un día te encuentras con Mario, no le hables del nacionalismo vasco; no os aprecia en absoluto y debe mucho a España”. Y, con el comentario irónico de “a quién no nos gusta el dinero” pasamos a hablar – lo recuerdo como si lo fuera hoy mismo- del nacionalismo vasco, de sus aspiraciones de Paz, de nuestros deseos de que el mundo se percate de una vez para siempre de que las reivindicaciones políticas seculares del nacionalismo democrático no tienen nada que ver con ETA, ni el tiempo, ni en las estrategias, ni en los fines.

Fue así aquella nuestra conversación. Pero posteriormente me he reencontrado contigo en tus Reflexiones entre molinos de viento cuando comentas, al contrario de la opinión de Vargas Llosa, que crees “que el Perú es un país desintegrado, desvertebrado, que no logra a constituirse en nación, con un problema central insólito: el problema del indio. (...) Tan denigrante situación tiene responsables bien visibles. Son los hombres que heredaron el poder colonial y no supieron o no quisieron cumplir su deber de ser clase dirigente de la República. Y esta clase, que no tuvo ni talento ni voluntad de dirigir, sigue siendo hoy uno de los principales obstáculos para que Perú inicie el camino de ser nación”. Incluso citas a Carlos Mariátegui que en 1908 escribió aquello de “La cuestión social del Perú es la cuestión indígena, aunque piensen lo contrario los elocuentes cultivadores del socialismo de importación”. No, yo no poseo conocimientos suficientes como para llegar a tales conclusiones. Pero me alegro de volver a releer estos escritos y contrastar la opinión de D. Mario Vargas.

El tema de la Paz era otro de los temas reiterativos de nuestros encuentros en Euskadi. Tú me preguntabas sobre ETA y el sector social que supuestamente le apoyaba; yo, por mi parte, te preguntaba sobre movimientos terroristas en América Latina y en concreto sobre el Sendero Luminoso. Muchas de nuestras perspectivas eran coincidentes, y no sabes cómo me halagaban tus comentarios, sobre todo cuando refiriéndote a Euskadi usabas el adjetivo NUESTRO. En una de las páginas de Francisco Igartua, Oiga y una pasión quijotesca he vuelto a encontrarme con uno de éstos cuando afirmas: “Sin ETA, Euskal Herria sería capaz de hacer frente a los habituales ataques españoles y los derechos de NUESTRO pueblo serían reconocidos en todo el mundo. Pero con ETA, la opinión del mundo se vuelve en nuestra contra”.

Los vascos en general, y en particular quienes entendemos el nacionalismo como una ideología que desde finales del siglo XVIII –casi cien años antes de que Sabino Arana fundara el Partido Nacionalista Vasco-, reivindica sobre todo el desarrollo de la DEMOCRACIA en su sentido más amplio y profundo, es todo un honor contar amigos como tú, de ascendencia vasca, que sentís a esta Tierra Vasca como propia, que nunca has tenido reparo alguno a contar públicamente que las veces que viajabas a Europa, pasabas por Oñate porque para ti “era una gran oportunidad de volver a mis raíces”. En alguna parte he leído que tu biografía no puede escribirse sin tus referencias a Euskal Herria, por mucho que el amigo Mario Vargas te dijera que sobraban las páginas vascas de tus memorias. Evidentemente, tú nos demuestras que los sentimientos patrios a veces no desaparecen  ni en el transcurso de las generaciones, ni por mucho que se viaje. Como te dije en alguna oportunidad, el nacionalismo no es una enfermedad que se cura viajando. Por lo menos en ti y en mí, cuanto más hemos viajado, más hemos apreciado nuestras raíces vascas, y peruanas, al mismo tiempo que más han crecido en nuestras vidas los sentimientos de solidaridad con el resto del mundo. Personalmente te diré que nunca he entendido que la solidaridad internacional nos exija renuncia alguna del amor a nuestra Patria. Como nunca he entendido que para amar lo propio haya que odiar lo ajeno.

Como ves, te redacto mis recuerdos sin ningún orden cronológico. Intento resumirlos temáticamente, como si todos ellos fueran  exponentes de una conversación entrañable de dos amigos durante todo un día. La verdad es que nuestra relación de amistad, más allá de lo que cada uno representábamos institucionalmente, se fundamentaba en aspectos que de alguna forma resultaban coincidentes en nuestras vidas: teníamos amigos comunes en México y Chile, habíamos vivido nuestras experiencias particulares en Cuba, habíamos atravesado por algunas circunstancias políticas peculiares, aunque en tu caso mucho más graves que en el mío de haber padecido un interrogatorio policial  de ocho horas por estar preparando una publicación de un método de aprendizaje del Euskera (lengua vasca) , etc. De ahí que conversamos frecuentemente de la persecución política que habías padecido tantas veces en Perú, de tu exilio en México o Panamá y de tus relaciones con grandes amigos de la Colectividad Vasca como Martín García Urteaga.

No menos recurrido nos resultaba el tema de Cuba: nuestras estancias en Cuba, encuentros con Fidel Castro (en mi caso tres veces) o con diversos lideres de la revolución cubana, de los posicionamientos sobre Cuba de los escritores como García Márquez, Vargas Llosa, Bryce Echenique, Jorge Edwars o Julio Cortázar, de la polémica de éste, Oscar Collazos y Vargas sobre Literatura en la revolución y revolución en la literatura, sobre el quehacer del escritor ante el avance en el perfeccionamiento de valores estéticos y ante los movimientos revolucionarios, etc… En verdad, las horas transcurrían sin danos cuenta, preocupados no tanto de los conceptos estéticos de estos escritores,, al menos por mi parte, sino de sus ideas sociales.

Pero, volviendo a mis recuerdos,  este tema de “nuestras raíces” era uno de los temas sobre el que  reflexionábamos en los congresos cuatrienales que el Gobierno Vasco organizaba junto con los Centros Vascos. Si mal no recuerdo tú participaste en dos de ellos, con asistencia de representantes de más de veinte países. Todos sentíais el honor de la doble pertenencia: a Euskal Herria y al País de vuestra residencia habitual, superando, como diría Amin Maalouf en Identidades Asesinas “esa concepción (de identidad uniformista) heredada de los conflictos del pasado que sigue dominando en el mundo entero”. Fruto de estos encuentros internacionales fue la declaración del Congreso del 2003, que textualmente dice: “Los representantes de los Centros Vascos presentes en el Tercer Congreso Mundial de las Colectividades Vascas declaramos nuestro doble sentimiento de identidad y pertenencia a este Pueblo Vasco y al País en residimos”.

En años posteriores a la muerte del General Franco algunos socios de los Centros Vascos se planteaban qué eran: vascos o argentinos, vascos o peruanos, vascos o... Más de una vez llegué a escuchar aquello de aquí me consideran vasco y cuando voy a Euskadi me tratan como americano. Tú y yo no teníamos ese problema: teníamos el convencimiento de que vivir con normalidad los sentimientos de pertenencia a dos nacionalidades. Y con esa naturalidad que te caracterizaba, usabas expresiones como “mis raíces vascas” o “nuestro Pueblo Vasco”. Y en el Congreso Mundial de las Colectividades Vascas de 1995 iniciaste su intervención sobre Euskadi y su imagen afirmando “solo me cabe decir que los vascos de ultramar debemos agradecer esta ley (8/1994, de 27 de mayo) que nos incorpora a la sociedad de este país”.

He vuelto a releer el texto de tu intervención. He visto en él a mi amigo Paco con su eterna actitud de renuncia al autohalago: dices que habías “sido invitado al Congreso como acompañante de la delegación del Perú”. Pero ésta no es la verdad: tú fuiste invitado por el propio Lehendakari (Presidente vasco), de acuerdo con el artículo 13-3 de la ley que citas, que textualmente dice: “También podrás asistir al Congreso en calidad de invitados por el Lehendakari del Gobierno Vasco otras personalidades o representantes de instituciones vinculadas a las colectividades vascas”.

Para mí tu intervención fue realmente excelente: yo había promovido la ley 8/1994 citada y en los considerandos de la misma se dice que “el primer centro vasco de América es el de Montevideo, fundado en 1876”. No soy historiador y era la información que tenía,  hasta que no demostraste lo contrario aportando el “documento que reza así: “Por cuanto en la Congregación que tienen fundada los caballeros hijos-dalgo que residen en esta Ciudad de los Reyes del Perú, naturales del Señorío de Bizkaia y Provincia de Gipuzkoa y descendientes de ellos, y los naturales de la Provincia de Alava.Reino de Navarra y de las cuatro villas de la costa de la Montaña... en el convento del Santo San Francisco de esta ciudad, en la capilla que tiene advocación el Santo Cristo y Nuestra Señora de Aránzazu, (Oñate), a quien se dio principio por los años 1612...”. Y prosigues: “Se trata de las nuevas ordenanzas que la “Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Aránzazu aprueba el doce de abril de 1635, en la misma Ciudad de los Reyes, hoy conocida por Lima, con los siguientes miembros: 35 de Gipuzkoa, 49 de Bizkaia, 9 de Navarra, 7 de Alava y 5 de las cuatro villas de la Montaña, con la siguiente declaración: “Se ordena para mayor decoro de esta Congregación, que todos los que hubiesen de ser recibidos en ella sean originarios de las partes y lugares referidos...a fin de ejecutar entre sí y con los de su nación obras de socorro mutuo”. Hoy debo agradecerte una vez más tu aportación, por lo me ayudaste –a mí e incluso a los propios historiadores– a corregir y mejorar los conocimientos de la historia de la presencia vasca en el ámbito internacional: Eskerrik asko! Muchas gracias!.

No quisiera dejar de referirme en este recordatorio la presentación en Bilbao de tu libro Siempre un extraño. Permíteme que te lo recuerde no como testimonio de las gestiones que realicé, sino como exponente de nuestra amistad. Me bastó tu comentario de la publicación para brindarme a realizar gestiones oportunas para que la sociedad vasca lo conociera a través de un acto en la institución académica más importante de esta capital vizcaína: la Universidad de Deusto. Recurrí a ésta, contacté con la Doctora Rosa Miren Pagola, Directora del Instituto de Estudios Vascos y esposa de quien fuera Diputado de Cultura de la Diputación (Gobierno de la Provincia) de Bizkaia, Dr. Tomás Uribetxebarria (por cierto, nacido en Oñate) y pudimos realizar la presentación de tu obra. En esta oportunidad tuve el honor de conocer a Alfredo Bryce Echenique y de gozar de aquel tan humorístico discurso suyo, en el que entre otras intimidades, contó cómo fue la pedida de mano para tu matrimonio con su hermana, de la reacción de quien sería tu suegro, “con pistola en mano”, y de la intervención de Alfredo diciéndole: “Papá, déjalo entrar, porque dejarle entrar es la mejor forma de que pueda salir”. Junto a mí estaba tu señora o tu cuñada –no recuerdo bien–, que desgañitándose de risa no hacía más que repetir: “Es mentira, es mentira”. Fue un acto académiso hermoso, con una asistencia de público bien numerosa. Te lo merecías.

Podría proseguir rememorando muchísimas anécdotas más. Pero no quisiera finalizar sin una referencia a las tres dedicatorias manuscritas de tus tres libros: en Siempre un extraño, me decías “A Josu Legarreta, con esperanza de que lo disfrute”.  Lo has logrado reiteradas veces; en Huellas de un destierro me halagaste sobremanera condecorándome con el título de “Buen Amigo”; y en Reflexiones entre molinos de viento tus palabras de “A Josu Legarreta, con calurosa amistad le dedico el capítulo sobre Unamuno” eran exponentes de nuestra afición común de leer y releer a este gran pensador y escritor vasco.

Querido Paco: No sé si existes en alguna parte. Pero con mis recuerdos he pretendido resucitarte, para que eternamente vivas en nuestra memoria. Tus libros los conservo como reliquias, en la parte central de mi biblioteca, junto a obras de Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Borges, Vargas Llosa, Jorge Edwars, Mario Benedetti, Ortega y Gasset, Pablo Neruda, Octavio Paz, Hans Küng, Sándor Márai, Bryce Echenique, Carlos Fuentes, Julio Cortazar, etc... De verdad: te siento cerca.


                                               Josu Legarreta                   


© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Editorial Periodística Oiga S.A. © COFRADIA DE NUESTRA SEÑORA DE ARATZAZU – Euzko Etxea Lima










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